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Mensaje por A. Manrique Lun Mayo 31, 2010 10:01 pm

He recuperado un escrito de archivo que deseo hacer público, pues define con claridad lo que entendemos por Social Patriota..

Vivimos en el mundo de la confusión, en el mundo del equivoco y de la ambigüedad permanente, donde las palabras no significan nada en sí mismas, sino que dependiendo de la «figura» que las diga y del medio donde éstas sean pronunciadas adquieren un significado u otro, incluso opuesto. Así pues palabras como libertad, justicia, diálogo, solidaridad o talante ya no comunican nada, pues son utilizadas por distintos interlocutores como cortinas de humo destinadas a ocultar las intenciones reales de cada uno.

Lo mismo ocurre con los términos políticos destinados -en la medida de lo posible- a clasificar y clarificar las distintas opciones, propuestas o ideologías.

Somos conscientes que seguramente habrá alguno que nos objetará que las ideologías están muertas. Pero he aquí que la realidad es tozuda y con la «muerte de las ideologías» ha pasado lo mismo que con «el final de la historia»: que la historia sigue, igual que las ideologías no han muerto. Esos decretos no han pasado de ser meros enunciados que expresan más un deseo del sistema que una realidad objetiva. Pero volvamos al tema, decíamos que los términos políticos están para de una forma sencilla intentar explicar las diferencias de pensamiento y metodologías existentes entre las distintas ideologías. Así pues podemos observar a liberarles, conservadores, socialistas, social demócratas, comunistas (leninistas, trotskistas, estalinistas, maoístas, etc.) aparte de anarquistas, fascistas, falangistas, nacional socialistas, nacional revolucionarios, populistas… y otras clasificaciones tan extravagantes como minoritarias.

Hasta el momento todo parece claro: la derecha, el centro, los progresistas, los socialistas, los izquierdistas, la extrema izquierda, el fascismo, la ultraderecha… cada uno con sus programas, con su ideología, con su historia y con sus símbolos. Ésta sería la foto fija de la realidad y sus actores con el peso específico de cada uno. Pero la realidad no es, de ningún modo, tan simple, sino que, por el contrario, está llena de componentes y matices, y es, ante todo, dinámica, y los que ayer se situaban en un campo determinado y se definían de una forma… hoy intentan, mediante una serie de piruetas teóricas y, sobre todo, a través de una operación cosmética, presentarse como lo que no son, generando con eso más confusión al escenario político y, lo que es más grave, intentando engañar a los destinatarios de su mensaje, el ciudadano, ofreciendo la misma mercancía averiada e inservible de siempre… con otro envoltorio y palabras que significaban lo contrario de lo que ahora envuelven.

Esto que decimos es verificable en cualquier parte del mundo. Pero como escribimos en España, para militantes españoles, pedimos observar este fenómeno en nuestra patria. Desde la transición del 77, un sector político de la sociedad española ha ido perdiendo peso político a medida que iba transcurriendo el tiempo. La ultraderecha española, con sus distintas familias desde 1977, es incapaz de organizarse, es incapaz de ofrecer un discurso coherente, es incapaz de obtener unos resultados electorales mínimamente aceptables… en definitiva, es un sector de incapaces que sólo hace llamamientos a la unidad sin contestar claramente a estas tres cuestiones: ¿Unidad por qué? ¿Unidad para qué? y ¿Unidad con quien?. Un sector que, en lugar de asumir que su tiempo histórico ya pasó, se empeña en seguir presente en la vida política, pero travistiéndose cuantas veces cree oportuno y adoptando cada cuatro años un nuevo término para cubrir su incapacidad.
Hoy no hay página en Internet, foro de debate, ni publicación en papel en que las distintas formaciones de ultra derecha no se denominen a sí mismas como social patriotas, cuando sólo con echar un vistazo y sin entrar en profundidades (cosa por otro lado imposible pues no se puede profundizar en lo que no tiene fondo) vemos que es lo mismo de siempre: nostalgia de un caudillo, nacional catolicismo, capitalismo nacional, racismo… todo eso aderezado con grandes palabras como Unidad de la Patria, Revolución Nacional o Sumar Voluntades, que nada dicen porque quienes las pronuncian son como esos personajes de las películas de serie «B» sobre muertos vivientes o películas como «Torrente».

Por eso es preciso que la generación que ha alcanzado la madurez política después de la instauración de la monarquía parlamentaria defina con precisión y claridad que son o somos los social patriotas si no queremos convertirnos en el acompañamiento coreográfico de esa ultra que antes estaba con Franco y hoy se queja del Partido Popular de Rajoy pero le vota y no duda en hacer de «seguratas» de la COPE, a pesar que ésta demuestra sentir un profundo (y lógico) desprecio por esa derecha cavernícola, trasnochada y casposa que tiene como respaldo.

Ser y definirse social patriota es colocarse frente al sistema y sus instituciones, no sentir ningún tipo de nostalgia por las formas, las fórmulas y los símbolos que, en el pasado, pudieron tener alguna efectividad en el mundo bipolar que les tocó vivir. Es tomar partido por la patria entendiendo esta como proyecto hacia el futuro, como factor integrador, como misión histórica enfrentándola al nacionalismo que no ve más allá del cementerio, de la tierra, de los ríos, de las etnias que con ese encanto sensual impide cualquier ejercicio de lucidez y que nos hace caer en el más absurdo chauvinismo, paso previo para la exclusión, la uniformización y el aplastamiento de las fuerzas que observamos y creemos que en la diferencia y las identidades radica la fortaleza, la riqueza y la vitalidad de un pueblo.

Social patriota es aquel que observa la realidad de pie, con los dos ojos, y es consciente de que la lucha no se plantea solo en términos políticos, o solo en términos culturales, o sólo en términos socio-económicos. Que la lucha es ante todo entre dos tipos humanos, dos modelos de civilización: la civilización que está y hoy domina la práctica totalidad del planeta, la Civilización Occidental; y la que está por renacer, en nuestras manos y sin manías anacrónicas, la Civilización Europea.

Social patriota es aquel que es consciente de que los intereses del capital, de las multinacionales, de grupos financieros, de los monopolios mediáticos… no equivalen, en modo alguno, a las necesidades de los ciudadanos y toma partido por los hombres y mujeres que conforman la patria. Que apuesta y lucha por el establecimiento del socialismo, entendiendo por tal la defensa y la promoción de los más frente al egoísmo institucionalizado y la avaricia de los menos.

Social patriota es aquel que es consciente que el hombre es un ser trascendente y no se deja encerrar por ninguna forma religiosa determinada, porque los social patriotas no estamos para defender mercados cautivos ni mantener los privilegios de ninguna sacristía (sea ésta negra, blanca, verde o roja) sino para luchar para que lo sagrado esté presente en la vida de la comunidad nacional.

Social patriota es aquel que entiende y lucha por la implantación de un Estado fuerte como plasmación del poder popular y ciudadela donde se defienden sus necesidades frente a los intereses de los grupos políticos, mediáticos, financieros o religiosos. Que cree firmemente en la preeminencia de los valores y por consiguiente sitúa la política por encima de la economía.

Esto es lo que significa ser social patriota. En otros ambientes existen otras cosas, llámenlas como quieran, nos da igual, ya saldrán sus defensores a acusarles de usurpadores o travestidos. Pero que no enfanguen ni confundan más a la gente lo que es y lo que significa ser social patriota. Aunque para todos, incluso para ellos mismos, lo mejor sería que la ultra derecha desapareciera, pues su tiempo ya ha pasado si alguna vez tuvieron alguno.


Se puede decir más alto, pero....
Un saludo. ¡Arriba España!
A. Manrique
A. Manrique

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Fecha de inscripción : 17/03/2010

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